¿Cambia la personalidad?
Si nos preguntamos si la personalidad puede cambiar, la respuesta más esperada sería que no, o no en gran medida. Esto se debe, a que todos conocemos a mucha gente y que muy pocas personas cambian de forma significativa su manera de ser.
¿Conoces a mucha gente que, siendo inquieta, activa y sociable, pasa a ser tranquila y silenciosa?
Existen pocos casos de este tipo de cambio y más si excluimos los que puedan ser originados por una enfermedad, como la depresión. Quien sufre de una alteración emocional significativa, sí que modifica en gran medida su forma habitual de pensar, actuar y sentir.
Se puede pasar de ser activo y extrovertido a ser taciturno, solitario, inactivo y apático. Pero esta notable variación de la personalidad es producida por un factor externo, en este caso la depresión, y por ello no podemos hablar más que un cambio transitorio.
A medida que el estado de ánimo de la persona mejora con el tiempo o con un tratamiento, de manera progresiva su temperamento y carácter habitual resurgirán hasta recuperar la configuración original, sin dejar un rastro observable de esa fase depresiva, siempre y cuando la recuperación sea total.
La personalidad se define en buena parte por su estabilidad, tanto en lo referente al tiempo como a los contextos, es decir, que uno se comporta de forma parecida, independientemente del paso del tiempo o del ambiente donde se encuentre.
Los trastornos de la personalidad, a diferencia de la mayoría del resto de trastornos y enfermedades psiquiátricas, se distancian de la idea de episodio, en el sentido de una afectación limitada en el tiempo, con un principio y un final. La depresión es un buen ejemplo de enfermedad episódica porque afecta a alguien durante un periodo limitado de tiempo.
Esta misma idea puede aplicarse a una crisis de ansiedad o un brote psicótico. Pero en el caso de la personalidad, cuando uno tiene el trastorno, este sería para siempre y de forma continua.
La personalidad son agrupaciones de rasgos. Las investigaciones señalan que dichos rasgos están en buena medida influidos por la genética, con una heredabilidad estimada por regla general, en un rango que va del 40 hasta el 60%.
A esto hay que añadir el hecho de que las experiencias psico-sociales tempranas, no por ser de causa ambiental, vayan a ser más fácilmente modificables, como en ocasiones se asume de forma errónea. De hecho, esas experiencias primerizas intensas pueden llegar a dejar secuelas estructurales, o sea físicas, en nuestros cerebros.
En el caso de varios de los trastornos de personalidad, se han reportado experiencias de infancia traumáticas, como puede ser el abuso sexual, entre un 40 hasta un 70% de los casos.
En Ipsia Psicología, contamos con psicólogos expertos en los trastornos de personalidad.
¿Se curan los trastornos de personalidad?
Suelen aparecer ya en la adolescencia, etapa crucial en la configuración de la identidad de una persona. Estos trastornos tienden a continuar a lo largo de la vida adulta, pero con el tratamiento idóneo, pueden observarse modificaciones notables en la forma de expresión y en la intensidad de los síntomas característicos.
En el caso de los niños, un estudio que realizó un seguimiento a 816 niños durante un periodo de 30 años, se observó que los rasgos de personalidad, se redujeron un 28% entre la adolescencia y la fase inicial adulta, aunque en los adolescentes con trastorno de la personalidad, estos rasgos se elevan durante esta primera fase de la edad adulta.
Hay diferentes maneras de explorar la personalidad, y el curso y las consecuencias de ésta. Los procedimientos más habituales son por cumplimiento de criterios diagnósticos o cumplimiento de síntomas. Otro sistema sería evaluar de forma dimensional por rasgos. Asimismo, se puede medir por otros síntomas de otros trastornos psiquiátricos ligados ajenos a la personalidad, y se puede analizar el grado de adaptación social y su calidad de vida.
La visión de la personalidad como trastorno
Todos los diagnósticos, a día de hoy, se realizan por cumplir con un determinado número de criterios. Estos criterios son características o síntomas propios que deben cumplirse en una determinada cantidad. Cumplir cuatro criterios de un total de siete es el mínimo para ceder el diagnóstico de trastorno de la personalidad Paranoide, de Esquizoide y también para el Evitativo; cinco de nueve para el límite, para el esquizotípico y el Narcisista; tres de siete para antisocial y cuatro de ocho para el Obsesivo-compulsivo.
Si alguien cumpliera únicamente cuatro de cualquiera de las siguientes características: sospecha sin base de que los demás se aprovecharán de uno, preocupación por lealtad, reticencia a confiar, ser demasiado rencoroso, percibir ataques inexistentes o tener sospechas de infidelidad, recibiría un diagnóstico de trastorno de personalidad Paranoide.
Esto hace que, si en un futuro, una sola de esas características dejase de cumplirse, esa persona ya no tendría el diagnóstico, al tener solo tres de siete de los criterios necesarios. A un determinado nivel estaría curado, pues pasó de tener un diagnóstico a no tenerlo y así sería considerado normal.
Un 50 de los trastornos de personalidad mantienen el diagnóstico inicial a lo largo del tiempo. Con eso no se quiere decir que no hay mejoría, pues de hecho se pasan de cumplir más a cumplir menos criterios, y estos son características que se presentaban inicialmente. Esto indica un grado de atenuación del problema, aunque no forzosamente la ausencia del problema.
Para cada trastorno de personalidad hay criterios que son más estables y persistentes que otros. La inestabilidad afectiva y la rabia son más estables que la autolesión y las conductas orientadas a evitar el abandono en el caso del trastorno límite de personalidad. Para el evitativo, los sentimientos de inadaptación y los de ineptitud social son más perdurables que las conductas como evitar trabajos por implicar contacto social o las situaciones embarazosas.
En el caso del obsesivo, se mantiene la rigidez y la incapacidad para delegar, pero mejoran las conductas avaras y la rigidez moral. De esta forma, la mejoría relativamente rápida de estos criterios más inestables causa que, para un porcentaje considerable de personas, el diagnóstico desaparezca con el tiempo.
La aparente desaparición de un diagnóstico concreto puede deberse a la inestabilidad de muchos de los criterios que definen cada trastorno de la personalidad específico.
Para algunos escritores, esta disminución del diagnóstico de trastorno de la personalidad, por un lado, y la sorprendente duración de los problemas de estado de ánimo, ansiedad y considerable grado de afectación del funcionamiento psicosocial por otro, señalan que más que curación del trastorno de la personalidad, hay una modificación en la forma de expresión y cambios de intensidad en algunos de los síntomas característicos.
Una propuesta es que los distintos trastornos pierden la especificidad con el tiempo, es decir, empiezan a parecerse más los unos a los otros.
Así, se perderían los aspectos que los hacen particulares dando paso a un problema general en la personalidad de fondo.
Este problema genérico de personalidad sí que sería duradero. Esto explicaría la aparente mejoría diagnóstica en el trastorno de la personalidad a la vez que su mantenimiento, y en ocasiones, hasta el empeoramiento de las otras áreas, como el estado de ánimo, la adaptación psicosocial y la ansiedad.