¿Se nace o se hace?
Revisemos de qué forma intervienen los genes en la determinación del modo de ser de cada persona, y hasta qué punto son hereditarias las características conductuales y psicológicas que usamos para definir la personalidad de cada uno. ¿Se nace o se hace? La terapia de aceptación y compromiso ayuda a mejorar las terapias cognitivo – conductuales en todos sus procesos debido a los nuevos descubrimientos.
Debemos indagar lo que ocurre desde que el individuo es un embrión y llega a su madurez biológica y biográfica, puesto que sabemos que los genes están a la espera de incitaciones que los promuevan a expresarse, o a inhibirse, cambiando su actividad como resultado de los estados emocionales que la persona va experimentando a lo largo de su vida.
Hay que distinguir entre “modo de ser” e identidad. La identidad depende de la memoria invariante de uno mismo y de la cristalización de esquemas y representaciones sobre el yo, que la persona va trabajando en el transcurso de su experiencia.
Se trata de una obra muy mediatizada por procesos subliminales a la conciencia, historia de afrontamientos previos, olvidos selectivos y memorias, etc., que cada individuo integra en su corteza cerebral de manera personal y particular.
Pero los modos de ser trazan la manera en que cada uno afronta los acontecimientos e interactúa en el ecosistema humano a partir de su neurodesarrollo particular, y se concretan en rasgos y dimensiones que han descrito diferentes teorías psicobiológicas de la personalidad (Eysenck, Gray, Cloninger).
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Dicho de: “De tal palo, tal astilla”
El temperamento y la emotividad son valores de la personalidad aceptadas por todas las teorías psicobiológicas vigentes. El temperamento define la forma en el que la persona tiende a interactuar conductualmente con su medio-explorándolo y nutriéndose de él, o temiéndolo y protegiéndose de sus efectos, como resultado de distintas y diferencias cerebrales en el procesamiento de la información sensorial.
Los sujetos más implicados en la exploración del entorno y más interesados en la interacción social, reciben el nombre de extrovertidos, pareciendo muy sensibles a las señales ambientales prometedoras de recompensa, lo que tal vez explica su tendencia a las conductas impulsivas y el paso al acto.
Pero los introvertidos establecen cogniciones sobre el entorno más pesimistas y temerosas, y suelen ser más tímidos, subjetivos, rígidos e irritables, pero son muy persistentes y constantes en sus esfuerzos. Se trata de rasgos que forman parte de la dimensión temperamental, por lo que puede ocurrir que dos personas sean temperamentalmente introvertidas, pero tengan rasgos distintos.
La extroversión, la introversión y el neuroticismo tienen una gran base genética, pero también la tienen rasgos como la impulsividad o la búsqueda de sensaciones, que define la intolerancia de la monotonía y el aburrimiento, la necesidad de desafíos y novedades, el desprecio del riesgo y la búsqueda de emociones de alto voltaje, todo ello ligado a la actividad de un determinado gen ubicado en el cromosoma 11.
Por consiguiente, la heredabilidad de muchos rasgos y características psicológicas está fuera de debate y, aunque esa heredabilidad es baja cuando se considera cada característica por separado, se hace muy patente si las evaluamos en conjunto, configurando dimensiones o tipologías de personalidad.
El neurodesarrollo y su aventura
Si intentamos entender la manera de ser de una persona, es importante descifrar su código genético, pero ese código no es válido si no encuentra las condiciones para poder expresarse o es mal traducido durante las peripecias del neurodesarrollo.
En el genoma humano hay 10 millones de variantes de la secuencia de ADN, que expresan la composición genética de los dos progenitores y que hacen que el gen regule de diferente forma las funciones biológicas para las que está programado.
Así, los genes que intervienen en los procesos relacionados con el desarrollo cognitivo, la respuesta emocional y la regulación de la conducta, se expresan a través de variantes ligadas a características psicológicas o conductuales que no están necesariamente presentes en la personalidad de los progenitores.
El progenitor, o la progenitora, también transmiten información extragenética al feto mediante la placenta. La activación emocional de la madre ante las indicaciones de alarma o amenaza ambiental promueve una respuesta neuroendocrina detectable por la placenta, que cambia su programa de maduración fetal, y reajusta los parámetros fisiológicos del feto.
Los hijos de madres sometidas a estrés prenatal, suelen nacer prematuramente y con menos peso, tienen más probabilidades de padecer hipertensión, diabetes tipo 2, cardiopatía coronaria en el futuro, y presentan con más asiduidad alteraciones conductuales y emocionales.
Los acontecimientos del neurodesarrollo, la prolongada interacción infantil con el ecosistema humano y la adaptación individual a los requerimientos del entorno, configuran las características psicológicas que la persona presentará en su vida adulta, cualquiera que sea su dotación genética inicial.
Las desigualdades psicológicas entre hermanos
Resulta singular que los hermanos difieran tanto entre sí a nivel psicológico, cuando sabemos que la personalidad está fuertemente determinada por factores genéticos. ¿De qué manera se puede entender que los gemelos univitelinos criados en un mismo entorno familiar terminen siendo psicológicamente tan diferentes?
A nivel estadístico, es mucho más común que los hermanos presenten características psicológicas distintas en lugar de perfiles afines y, lo habitual es que esas diferencias sean muy marcadas. Muchas de las teorías suponen que los hermanos establecen rivalidades sistemáticas para ser foco de atención, lograr más recursos y ganar estatus en la jerarquía familiar, y eso los obliga a diferenciarse psicológicamente.
Posiblemente puede que sea así a considerar por la permanente presencia transcultural de la rivalidad fraterna que, en el caso del psicoanálisis, se hace extensible al propio padre.
Parece que la variable sexo es la más importante para confirmar las distintas diferencias psicológicas entre hermanos, pero no hay que infraestimar el peso de las otras dos variables, que ha ido reduciéndose de manera gradual en la mayoría de los patrones reproductivos de la cultura occidental.
¿Cuándo consideramos que uno está hecho?
La maduración psicobiológica de la especie humana es prácticamente extrauterina, y se articula sobre la confianza de que los congéneres adultos cuidarán material y emocionalmente a los neonatos hasta que adquieran los aprendizajes necesarios y sobrevivir por su cuenta.
Esta fase de tutelaje es muy distinta en los diferentes ecosistemas humanos, pero se mantiene hasta el término de la adolescencia, una vez producida la poda neuronal y cerrados los cambios puberales.
La personalidad de una persona no está totalmente caracterizada a los 16 años, aunque a esa edad se hacen patentes rasgos o valores temperamentales identificables en sus progenitores, por lo que va configurándose como resultado de la experiencia, de las habilidades sociales y de las sucesivas interacciones con el entorno.
Distintos estudios sostienen que la personalidad de los individuos puede cambiar en torno a los 30 años, y que, a partir de ahí, la variación es muy reducida, así que habría que considerar como personalidad teórica de una persona la observada durante la tercera y la cuarta década de su vida.
Otra pregunta importante es esclarecer cuál es exactamente el estado psicológico que verdaderamente expresa la identidad real de la persona. Todas las personas transcurren por estados emocionales variables en los que se subrayan diferentes aspectos de su forma de ser, por lo que en ocasiones es complicado determinar cuál es la verdadera personalidad estructural del individuo.
Conclusiones sobre ¿se nace o se hace?
Las personas no nacen con la personalidad predeterminada ni conservan su genio y temperamento hasta el entierro, sino que van conformando su manera de ser a partir de sus experiencias tempranas, de su neurodesarrollo particular y de sus interacciones históricas con el entorno biográfico.
Este proceso de transformación continuada tiene lugar mientras la persona vive, aunque ya se mencionó que la personalidad tiende a experimentar menor cambios a partir de la tercera y cuarta décadas de la vida.
La variabilidad en la expresión de los genes es enorme, como lo demuestran las importantes diferencias que se observan en el desarrollo individual de los organismos clonados, a pesar de su dotación genética idéntica y de su crianza compartida.
Heredar características psicológicas de los progenitores no tiene por qué asegurar siempre que esas características se presenten en la personalidad del descendiente de forma imitativa, pero con asiduidad se manifiestan por medio de gestos, tonos de voz o miradas, que recuerdan a los antecesores más directos.
Trastornos de Personalidad: El Trastorno Límite de personalidad (TLP)
El trastorno límite de personalidad se ha convertido en uno de los problemas más comunes en las consultas de psicología, el síntoma de una persona con TLP es un patrón de inestabilidad en las relaciones interpersonales junto con inestabilidad en las emociones , la impulsividad, problemas de auto-imagen y una sensación general de malestar y vacío, puedes ver más información sobre el TLP en nuestra web.