John Gottman, profesor emérito en Psicología, ha de ser una de las personas que más sabe acerca de relaciones estables. En el año 2007 fue nombrado uno de los terapeutas más influyentes del último cuarto del siglo XX por sus aportes a la terapia de pareja. Es comprensible que haya alcanzado ese honor: Gottman ha pasado muchos años examinando el comportamiento de parejas de todo tipo, ya se tratara de recién casados, relaciones tóxicas, matrimonios gritones u otros que parecían una balsa de aceite. Las ha observado en multitud de situaciones y lo ha hecho con una minuciosa atención a lo que decían, a su lenguaje corporal e incluso a su ritmo cardíaco. Quizás por su formación como matemático, Gottman condensó sus investigaciones en un algoritmo que, según él, predecía con una fiabilidad del 90% si una relación acabaría en ruptura.
Estas matemáticas del amor han sido cuestionadas por su metodología, y aún queda por hacer bastante investigación para determinar con exactitud su validez. De todos modos, incluso si la eficacia del algoritmo de Gottman demuestra no ser tan elevada, las largas horas analizando matrimonios dieron otros frutos que tal vez sean más interesantes, más inmediatamente aplicables. Como la realidad, constatada por Gottman, de que incluso las parejas más estables y felices pueden tener grandes discusiones, y que lo importante no es no tener conflictos sino cómo se producen y se solucionan. O los cuatro comportamientos que encontraba una y otra vez en las parejas que acababan por separarse, cuatro jinetes del Apocalipsis que, si se hacen habituales, de forma lenta pero segura acaban destruyendo el amor:
1. La crítica destructiva
A veces hay cosas de nuestra pareja que no nos gustan o que directamente nos enfurecen, pero hay modos y modos de expresar esa disconformidad. La peor, sin duda, es atacar a la otra persona como si ella por entero, y no ya uno de sus comportamientos, fuera lo que rechazamos. Así, en lugar de decir “Me molesta que pases tanto tiempo mirando el móvil sin hacerme caso”, la crítica destructiva generaliza de forma categórica: “¡Nunca me prestas atención! ¡Eres egoísta e insensible!”. El problema concreto podría resolverse de forma más o menos fácil, pero los sentimientos negativos generados por la crítica son un terreno más cenagoso. En especial si este estilo de comunicación se da a menudo.
2. El desprecio
El desprecio es una de las conductas más dañinas para una relación. Gottman afirmaba que, si bien encontró alguna que otra conducta desaconsejable en los matrimonios duraderos, muy rara vez había menosprecio en estos. Se puede despreciar a una persona de muchas maneras: podemos imitarla de forma sarcástica, ridiculizarla verbalmente, reírnos de ella (y no con ella), hacer gestos exagerados de impaciencia cuando nos dice algo, etc. Se haga como se haga, despreciar a alguien implica someterla a un trato abusivo que daña su autoestima e incluso, tal como se ha demostrado, afecta a su sistema inmune. Es además un signo de que el respeto en la pareja ha salido por la ventana y que, de seguir así las cosas, el amor no tardará en seguirlo.
3. Ponerse a la defensiva
María le señala a Pedro que ha vuelto a olvidar llenar el lavavajillas anoche. Pedro, en lugar de reconocer su olvido, prefiere poner cualquier excusa y de paso mostrarle a su compañera que ella tampoco es perfecta: “Estaba cansadísimo porque te empeñaste en que teníamos que ir a ver a tu hermana por la tarde, y oye, que tú el otro día no te acordaste de cambiarle la arena al gato”. Es posible que María, irritada por la respuesta de Pedro, decida aumentar la apuesta y le recuerde otro fallo cometido por él. Se puede seguir por este camino todo lo que ambos aguanten, pero sólo va a embrollar las cosas, además de generar resentimiento en ambas partes. Si hay un modo seguro de acabar discutiendo por nimiedades, es este.
4. Encerrarse en uno mismo
En ocasiones uno de los miembros de la pareja se retrae y se niega a atender a lo que él otro le intenta decir. Lo deja bien claro con sus evasivas o su silencio, pero también con un lenguaje corporal que muestra su inaccesibilidad: no mirar a los ojos, cruzar los brazos, girar la cabeza en otra dirección… Tratar de evadirse es una reacción comprensible cuando hay un largo historial de conductas nocivas como las ya descritas, pero desde luego no va a solucionar nada. Quien se niega a comunicarse sigue sufriendo los efectos de los pensamientos negativos y la ira acumulada, y la otra persona acaba por exasperarse por ese vacío en que parecen caer sus palabras.
Si reconoces algunas o todas estas conductas en el día a día de tu relación amorosa, no has de pensar que todo tiene que acabar en desastre. En IPSIA Psicólogos Madrid somos especialistas en terapia de pareja y podemos ayudaros a alcanzar una comunicación más sana y satisfactoria para ambos. Mejorar vuestra vida en común es una ganancia que ningún algoritmo puede cuantificar.